lunes, 8 de agosto de 2011

Copyright, descargas y otros menesteres

A estas alturas muchos de los internautas a los que se nos hizo un nudo en el estómago tras el cierre de Napster y la posterior persecución de usuarios, o que incluso sin haber vivido ese principio del fin de las discográficas alguna vez nos hemos sentido insultados y confusos ante la avalancha de criminalizaciones y modificaciones legales relacionadas con los Derechos de Autor, ya conoceremos a David Bravo.

Este abogado, de apariencia inofensiva y capaz de explicarle Derecho Romano a un niño de 3 años...y que lo entienda, me abrió los ojos allá por 2005 cuando fue invitado a varios debates televisivos cuando lo del canon digital.

Desmenuzó y sigue desmenuzando, con un savoir faire que ha hecho historia en la red, los argumentos e injurias disfrazadas de sarcasmo de abogados, representantes de sellos discográficos y artistas varios autoproclamados todos ellos “representantes de la cultura”; y lo hacía dándole forma a ideas que millones de personas teníamos en la cabeza pero que pocos se habían atrevido a moldear y sintetizar en un paquete inteligible para una sociedad que, por supervivencia y/o apatía, vive asumiendo que las opiniones que transmiten los mass-media son las únicas que existen...como por ejemplo que descargar música está mal o que no hay crisis.


Si me pusiera a hablar de la tecnología, de su avance exponencial y de la cantidad de posibilidades de comunicación que nos ha abierto Internet parecería que acabo de despertar de un coma, porque es algo que sabemos todos desde hace años. Lo que es menos vox populi es que mientras una gran cantidad de sectores, como el de la información o el comercio, han sabido subirse al tren de las nuevas tecnologías y equilibrar la balanza de forma que ellos puedan ganar dinero sin minar la libertad de los internautas, otra industria, la del Copyright, parece empeñada en desvirtuar el contexto e inculcarnos que el Peer to Peer es el diablo y que todos somos pecadores...eso sí, sin dejar de aprovechar las ventajas de la Red para promocionarse, abaratar costes y llenarse aún más los bolsillos, algo que me parece totalmente legítimo, no faltaría mas.

A los representantes de la propiedad intelectual les encanta dar un puñetazo en la mesa mientras se erigen a sí mismos adalides de la cultura, alegando que sin ellos, con la "piratería", la cultura morirá, y sin embargo sus ganancias no dejan de aumentar, el precio del cine no para de subir, los discos valen un ojo de la cara y los músicos siguen recibiendo una miseria por sus Royalties.

Por desgracia para ellos y por suerte para los demás este mensaje cuela cada vez menos. Es lo que ocurre cuando los multimillonarios señalan con el dedo al pueblo raso y lo tachan de delincuente por aprovechar para acceder a la cultura la misma herramienta que ellos utilizan para ser más ricos; nos estamos empezando a dar cuenta de que ese discurso destinado a hacernos creer que seríamos los futuros asesinos del arte, realmente estaba destinado a que una minoría pudiera seguir llenándose los bolsillos, y cuanto más y más rápido, mejor.


Si algo ofrece Internet es la posibilidad de acercar al creador a sus fans, de conectar con ellos, de que se le escuche en más partes del mundo gracias a la rápida y viral difusión de la información, los conciertos, que es de donde los artistas musicales realmente sacan beneficios (en torno a un 70% de la recaudación frente al 10% de los CDs), se han multiplicado al ritmo que aumentaban las descargas, cuanta más gente te conozca más directos llenarás; para los músicos a los que no les falta publicidad, como a los bisbales o sanzs de turno, ésto puede considerarse algo secundario, pero para los artistas más pequeños, los que hacen música por amor al arte y no para comprarse un ático en Miami, la difusión de su música no puede ser algo malo.

Los autores e interpretes de cualquier obra han de cobrar por su trabajo, eso es algo que nadie discute ni debería discutir, la raíz de la cuestión radica en que el modelo de negocio de las últimas
décadas, y que no es otro que el de la venta de discos como tal, no termina de encajar en un marco en el que cualquier contenido multimedia es susceptible de ser copiado, reproducido y distribuido sin pérdida de calidad.

Tampoco encaja en un marco en el que, gracias a la velocidad de propagación de la información, el potencial comprador tiene acceso inmediato y gratuito, sin necesidad de descargar nada, a una ingente cantidad de títulos y artistas que no conocería jamás de no ser por internet; esto, en un sector controlado por el marketing y en el que un artista muerto vale más que vivo, dificulta un poco las cosas a la hora de fabricar consumidores.

La industria, por mucho que se llene la boca con aquello de “apostar por los artistas”, va a lo seguro, cuanto más predecible sea el mercado y más seguros estén de que “este nuevo disco se va a vender”, más posibilidades hay de que finalmente lo veamos en las estanterías, además de eso, una vez a la venta, restringirán la distribución en aquellos países donde consideren que el CD no va a tener éxito. Esto, visto desde un punto de vista comercial, parece lo más lógico del mundo...desde un punto de vista cultural se le queda cara de tonto a cualquiera que lo piense; aunque después de todo estos son los mismos que al tiempo que defienden que el precio de un CD es “relativo”, luego no se cortan un pelo a la hora de pedir subvenciones; es decir, a la hora de pasar por caja el cine y la música son un artículo de lujo, a la hora de pedirle dinero al Estado son cultura.

No han sido pocos los autores e intérpretes que en un punto u otro de la coyuntura han saltado a la palestra para mostrarle al mundo su postura ante el fenómeno de las descargas; algunos en nómina incluso han roto lanzas a favor del internauta y del Copyleft con consecuencias por parte de sus sellos discográficos; con esto en mente uno puede hacerse una idea de cuántas opiniones y silencios estarán comprados con el miedo a que retiren tus CDs de la sección de música.


El mosqueo colectivo no va para con los artistas, como muchos quieren hacer creer para potenciar su papel de víctima, sino contra el gigante que nos llama ladrones y aquellos que se se suben a sus hombros para secundar el insulto; los artistas tienen una preocupación comprensible ante la presión de sus sellos y los sellos tienen una preocupación comprensible ante el intercambio de archivos, pero yo me preocuparía también por la animadversión que genera el llamar piratas a tus propios fans por no estar dispuestos a pagar un precio artificial por un producto, no sé vosotros, pero a mí me cuesta darle dinero a quien luego se lo gasta en intentar meterme en la cárcel.

Por desgracia esta situación no sólo enfrenta a los que pueden variar el curso de la historia a golpe de talón contra la gente de a pie; sería cínico acabar este artículo sin reconocer que muchas PYMES y trabajadores que nunca se han metido con nadie han acabado en la ruina, desde fuera es triste y desde dentro una desgracia, pero lo que no puedes hacer es ponerle grilletes al progreso sólo porque afecta al negocio de una parte de la población.

Con el paso del tiempo se han quedado obsoletas muchas fórmulas de negocio y han surgido otras nuevas, esto siempre ha sido así y los perjudicados siempre han intentado dar un paso atrás para proteger su caudal de ingresos; antes dar un paso atrás consistía en ponerle una calavera a las cintas de casete y ahora en intercambiar favores políticos a costa de que todos seamos iguales ante la Ley en función de nuestra billetera...con todo cambio tecnológico unos ganan y otros pierden, con Internet, entre las nuevas formas de negocio y el conocimiento libre, hemos ganado ricos y pobres, pero los que están perdiendo tienen el suficiente poder (económico) como para intentar que el río fluya al revés.

La cultura no se está muriendo, la proliferación de conciertos y artistas independientes demuestra que goza de una salud de hierro, se muere un modelo comercial, si las multinacionales hubieran dedicado el esfuerzo que han dedicado en ponerle puertas al campo a intentar conseguir un trozo de pastel no estaríamos así. Después de innumerables campañas de concienciación/adoctrinamiento, algunas de ellas pagadas con el bolsillo de todos, del dinero gastado en tiburones, después de haber puesto al ciudadano contra las cuerdas con leyes que rozan la inconstitucionalidad...después de todo eso, las descargas no dejan de aumentar.

¿Dónde está la solución? En primer lugar el sector del Copyright debería reconocer, de una vez por todas, que sus esfuerzos por frenar lo que para todos es inevitable no están sirviendo para nada y que como sigan por este sendero van a morir tristes y solos y nadie lo lamentará, de hecho, si lo que quieren es volver a ganarse la simpatía de los consumidores empezaría pidiendo perdón; y a partir de ahí me pondría a trabajar de verdad para crear una fórmula que sea beneficiosa para todos.

La rueda ya está inventada, Spotify y Netflix (por ahora sólo en USA) ofrecen servicios de calidad a un precio más que razonable y tienen la capacidad de remunerar a los creadores, que es lo que realmente importa, saltándose un montón de caros intermediarios. En algunos países como Francia o Canadá se propuso un canon “de verdad”, recaudado por el gobierno, que consistía en una pequeña cantidad extra a abonar en el recibo de internet que le otorgaba una licencia especial a aquellos que fueran a usar su conexión para descargar contenidos protegidos con derechos de autor. En mi opinión el futuro se halla en estos modelos de tarifa plana y asequible por un acceso ilimitado a la cultura, pero para que esto termine de cuajar, funcione y sea popular...primero deberían dejar de cabrearnos.

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